La vendedora de niños es un libro que en otra época estaría prohibido, porque trata el tema más perverso y repugnante que por desgracia ha existido y existe a día de hoy, hablamos de la pederastia. De hecho este libro es tan perverso que está ciertamente inspirado en el Marqués de Sade y tiene como homenaje una pequeña y cómica aparición como personaje extra.
Este corto y digo corto porque se me ha hecho muy corto y magnífico libro que me he leído de dos sentadas gracias a la maravillosa edición de Cabaret Voltaire, editado en un formato pequeño y una letra clara y de tamaño perfecto, es ideal para la gente de mente perturbada. (Y vosotros ya sabéis quienes sois, los que os dais por aludidos y en lo que me incluyo yo).
El libro se basa básicamente en cartas desde París de la regenta Marguerite dueña de un atroz burdel a su querida amiga Louise, aprendiz de dicho oficio. En ellas Marguerite relata de forma amena y en ciertos momentos casi cómica, cosa que no entiendo como hace la escritora para que así sea en temas tan pudorosos y escabrosos, relata los acontecimientos y hechos más importantes que le pasan y que le puedan ser de ayuda y practica a la joven novata.
Marguerite se dedica a comprar y a capturar niños y niñas desde neonatos hasta los trece años en un arte excéntrico como madame. Después de secuestrarlos los instruye en el oficio de la prostitución a base de amenazas mediante la tortura o la muerte. Estos pequeños desventurados acaban siendo objeto de personajes libertinos que los violan, torturan o incluso los matan a base de perturbados juegos fetiches o exquisiteces.
Entre los personajes que encontraremos en este burdel nos encontramos con un ciego viejo verde, con varios hombres de gran porte viril, con una pareja que juega a ser cirujanos, con una pareja de obesos hermanos y un sinfín de variopintas personalidades, todas depravadas y perturbadas encantadas de jugar con estos pobres pequeños.
Y entre los niños podemos encontrar preciosos niños rubios de ojos azules, pequeñas niñas castañas de ojos marrones e incluso un precioso ser hermafrodita de trece años. A estos niños se les apoda con variopintos nombres tales como culo comido, la chillona o la niña chupa entre otros.
Gabrielle Wittkop escribe de forma magistral, elegante y casi poética, sobre un tema tabú de todos los tiempos y como ella misma dice: Se puede escribir cualquier cosa, pero hay que saber cómo.
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¿Qué os parece la premisa? ¿Os atrevéis con estos temas? ¿O por el contrario se hace demasiado duro?
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