Gemidos interminables nacían de las bocas envueltas por labios carnosos de las robóticas mujeres albinas.
No podían dejar de tocar… porque si no lo hacía una, el deseo nacía en la otra.
Y juntas navegaban por largas sendas de gozo, sentenciadas perpetuamente al deleite sin final, porque por mucho que buscaban, sus cuerpos no estaban terminados, para una erupción final.
Yacían ardiendo, abrazándose con desespero y atizando sus cuerpos, con sus robóticos dedos, hasta inflamar sus circuitos e incendiar su interior, para abrasar todo su ser y al fin, terminar con su delirio.
Al final solo ceniza, aún caliente, aún viva...
Eran los restos, de las gemelas albinas…
Ilustración: Michael Oswald
Autora: Kel Báthory
Muy bueno, el texto y la excelente imagen de Oswald hacen un festín visual y sexual.
ResponderEliminarTe felicito, Raquel.
Saludos.